El engaño más sutil
- karenelenatejada
- 4 mar 2021
- 3 Min. de lectura
A veces la línea que divide la realidad y lo virtual se desvanece y se nos olvida que, al final, todos somos de carne y hueso.
“Ojalá yo estar así”. No puedo ser la única que se ha dicho esto al navegar en cualquier red social. Aún en medio de una crisis mundial de salud, donde las prioridades de muchos han cambiado, es casi imposible dejar de ver foto tras foto de alguien que, según mi criterio, está mejor que yo.
Recientemente me detuve a pensar en lo mucho que me estaba afectando todo lo que veo en mi celular, principalmente en Instagram, así que hice una limpieza profunda de todas las cuentas que estaba siguiendo. Algo así como el método de Marie Kondo, pero aplicado a mi following. Sentí un gran alivio al hacerlo, porque poco a poco y casi sin notarlo, me estaba convirtiendo en más cínica, criticona e inconforme conmigo misma.
Como ya estamos tan acostumbrados a una rutina que incluye ver el celular desde que nos despertamos, cada vez se hace más difícil distinguir entre lo real y lo virtual. Es por esto que quise escribir algunas reflexiones a las cuales he llegado, luego de analizar mi propio comportamiento ante las redes.
Nunca desprecies tu vida por algo que hayas visto en las redes sociales
El otro día vi una foto de alguien y mi mente fue directamente al pensamiento de “wow, ¡mira todo lo que ella tiene y yo no!” No pasó ni una hora cuando, como una señal divina, estaba hablando con una amiga quien mencionó precisamente a la chica cuya foto había visto justo antes. Resulta que ella estaba pasando por una situación súper complicada, algo que ni en mil años hubiera imaginado al ver la foto que publicó. Eso me hizo dar un paso atrás y pensar en todas las veces que he sido malagradecida por la maravillosa vida que tengo, simplemente por ver algo en el perfil de otro, sin tener idea de lo que se esconde detrás de la foto.
Las redes son algo que tengo, no quien soy
Suena obvio, pero no está de más recordarlo de vez en cuando. Nos pasamos tanto tiempo con los ojos puestos en el celular que a veces la línea que divide la realidad y lo virtual se desvanece y se nos olvida que, al final, detrás de las pantallas somos todos de carne y hueso.
Fotos vemos, corazones no sabemos
¿No les pasa que siguen a alguien que admiran (o envidian) por su aspecto físico, estilo de vida o hasta por la ropa que usan? Ponemos a esa persona en un pedestal inalcanzable, pero en raras ocasiones llegamos a conocerla en la vida real. Durante mucho tiempo trabajé en relaciones públicas y tuve la oportunidad de interactuar con varias influencers, y más de una vez me llevé la sorpresa de que son de las personas más inseguras y acomplejadas que he tratado. Es como si su figura pública no se correspondiera con su comportamiento en persona. Lo irónico es que muchas de ellas predican sobre autoestima y amor propio, cuando son las primeras que están tratando de buscar validación en una plataforma llena de extraños. Y eso, en mi opinión, no es para nada admirable.
Un extraño no puede definir mi valor
Tanto en la vida real como en las redes, es necesario recordar que antes de abrirme al mundo es importante saber bien quien soy y el valor que tengo. Esto evitará que se manche mi esencia y mi autoestima por opiniones y ojos de extraños (o en el caso de Instagram, por la cantidad de likes).
Luego de leer todo esto, podrás llegar a pensar que tengo algo en contra de las redes. La realidad es que son una herramienta excepcional, todo depende de quien la use y para cuales fines. Pero la próxima vez que te topes con una foto, recuerda cuestionarte si eso que estás viendo es la realidad o si es, tal vez, un sutil engaño.
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