Lo que la terapia hizo por mí
- karenelenatejada
- 20 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Si existen herramientas para vivir más tranquila y más feliz, ¿por qué no aprovecharlas?
Este es un post muy personal, porque expongo algunos de mis miedos y mis faltas. Espero que con él te des cuenta de que todos tenemos nuestras luchas internas, pero no tenemos que pelear para siempre. Hay herramientas para convivir con ellas, contigo, con todos.
Gracias a las sesiones con un psicoterapeuta cognitivo-conductual, llegué a la conclusión de que no se trata de ser la “mejor versión” de mí, sino empezar por conocer cuál es mi versión. Quién soy y por qué soy así. Y usar eso como punto de partida para entenderme, transformar mis conductas y estar más a gusto conmigo misma.
Para algunas personas, ir al psicólogo o simplemente hablar sobre el tema de la salud mental y emocional, en general, resulta ser algo tabú. Hasta cierto punto, es normal tener miedo a reconocer que algo no anda bien o al qué dirán los demás. Pero creo que conformarse con el “yo soy así” es equivalente a vivir a medias y si existen herramientas para vivir más tranquila y más feliz, ¿por qué no aprovecharlas?
Hoy te comparto un poco de lo que he aprendido luego de trabajar en mi salud mental y emocional, esperando que te sirva de motivación para también buscar ayuda si la necesitas.
Ser amable empieza conmigo
Puedo llegar a ser muy impaciente y cortante, especialmente cuando estoy en situaciones de alto estrés. Esto puede afectar la relación que tengo con los demás, pero no había comprendido lo mucho que afecta también la relación conmigo misma. Antes de poder practicar la amabilidad y la compasión con otros, debo empezar a practicarla conmigo. Estas, como muchas otras virtudes, se cultivan mejor desde dentro hacia fuera.
El mindfulness como herramienta
Una de las fuentes más grandes de mi preocupación es que siempre estoy pensando en el futuro. Mis pensamientos son un eco constante de frases como: “¿Y si pasa esto? ¿Y si algo sale mal?” Vivir en el presente suena más fácil de lo que realmente es, pero aplicando el mindfulness (comúnmente traducido como “atención plena”) puedo aterrizar y enfocarme en el ahora, lo cual me ayuda a reducir mis preocupaciones.
Cambiar “perfecto” por “good enough”
Hola, soy Karen, y soy perfeccionista. Para los que me conocen esto no es ninguna sorpresa, presto mucha atención a los detalles y me gusta que todo quede tal y como está en mi cabeza. Ni más ni menos. Sin embargo, te tengo un secreto: querer que todo salga perfecto es sumamente agotador. Uno de los ejercicios que más me ayuda a alivianar esa carga es cambiar mi estándar de “perfecto” a “good enough” (o suficiente, en español). Esto resulta en diálogos internos como: “¿Ok Karen, realmente necesitas revisar este texto cinco veces antes de publicarlo? ¿Qué tal si solo lo revisas una o dos veces? Con eso es suficiente”.
Permitirme sentir
Aunque lo más lógico para mí sea evitar los malos ánimos y las preocupaciones, a veces esto es contraproducente y solo lleva a sentirme peor. Con la terapia aprendí que es permitido tener un mal día, que no debo hacerme la fuerte todo el tiempo. Es mejor reconocer lo que siento y si, por ejemplo, llega algún pensamiento molesto, tener un diálogo amable conmigo misma para dejarlo ir si se puede o visitarlo luego. Y nunca olvidar que no todo dura para siempre, incluyendo los malos ratos.
Desprenderme del control
Una de las cosas más difíciles para mí es sentir que no tengo el control total de las cosas. Esto me ha llevado a excluirme de muchas experiencias donde podría llegar a sentirme incómoda o encontrarme con sorpresas. Pero la ironía de esto es que precisamente al exponerme a situaciones nuevas es cuando me doy cuenta de que puedo hacerlo y que no será el fin del mundo, incluso llegando a disfrutar el momento. Antes veía el hecho de no tener el control absoluto de todo como un problema, sin embargo, viéndolo desde una nueva perspectiva, es realmente un alivio saber que no todo depende de mí.
Comentários