Frente al espejo
- karenelenatejada
- 23 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Si ya sé que la perfección no existe, ¿por qué la busco al verme en el espejo?
Tengo una relación amor-odio con el espejo. En él veo todo lo que me gusta y también lo que me disgusta. Hay días en los que veo a una mujer fuerte, que todo lo puede, y otros en los que simplemente veo tristeza y desilusión. “¿Realmente estoy viendo a la misma?”, me pregunto.
También hay otros espejos que son más peligrosos. Esos que no nos muestran nuestro propio reflejo, sino que son un constante recordatorio de lo lejos que estamos de la perfección. A diario veo cientos de fotos de celebridades e influencers, exponiendo un cuerpo envidiable, los dientes más blancos, la cabellera más saludable. Aunque en el fondo sé que muchas de las imágenes son alteradas, es difícil no compararme con ese estándar. Un estándar imposible de alcanzar.
Hay días en los que me ganan las inseguridades. Pero hay otros donde me recuerdo a mí misma que todo es cuestión de perspectiva. No puedo negar lo que el espejo me muestra, pero puedo elegir el significado que le doy.
En vez de arrugas, elijo ver trazos de carcajadas y de vivencias que componen la historia de mi vida.
En vez de una mirada cansada, elijo ver la vulnerabilidad que me hace ser humana.
En vez de estrías y celulitis, elijo ver la belleza que reside en la naturalidad de mi cuerpo.
En vez de manchas en la piel, elijo ver los pequeños detalles que hacen de esta obra de arte una original.
La próxima vez que me pare frente al espejo, elegiré dar gracias. Porque he llegado hasta aquí por quién soy, no solo por cómo me veo. Porque reconozco que mi cuerpo es solo la vasija que contiene mi verdadera esencia. La lámpara que refleja mi luz interior, que solo puede brillar si no permito que mis inseguridades la apaguen.
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