Mesa para 1
- karenelenatejada

- 28 may 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 2 jun 2020
Desde pequeños se nos enseña que el ser humano nació para estar acompañado, pero creo que hay cosas maravillosas que podemos aprender en los momentos a solas.
Siempre he escuchado la frase de que el ser humano no nació para estar solo. Y mientras sé que eso es cierto y que el aislamiento no es una manera saludable de vivir (lo confirmo aún más después de esta pandemia), creo que deberíamos hablar más sobre la importancia de estar solos.
Y cuando digo esto, no me refiero necesariamente a la soltería, sino a perderle el miedo a los momentos de soledad. El problema es que la palabra "soledad" tiene una connotación negativa, cuando la oímos pensamos en tristeza, aburrimiento y hasta depresión.
Pero para mí, haber tenido la oportunidad de vivir sola en los últimos años ha sido una experiencia sumamente enriquecedora. Viviendo sola aprendí a conocerme, aprendí a disfrutar de mi presencia. Puede ser que se oiga raro, pero te lo pongo así: dedicamos la mayor parte del tiempo a nuestros familiares, amigos, parejas o colegas, a conocerlos, a descubrir qué les gusta y qué no, a nutrir la relación, para que sea agradable y duradera. Ahora, imagínate hacer eso contigo.
Viviendo sola descubrí que soy más impaciente de lo que pensaba, pero también más perseverante. Que me gustan los espacios iluminados. Que no soy buena cuidando plantas, pero sí cocinando comida mexicana. Que me gusta tener todo limpio, aunque a la vez soy desordenada. Que me parezco mucho más a mi madre de lo que imaginaba y que se me hace más fácil escribir de noche, antes de dormir.
Descubrí que no hay que saberlo todo, pero sí conocer a alguien que lo sepa. Que es importante sacar tiempo para simplemente "hacer nada" y que cocinar un arroz no es tan difícil como lo pintan. Que si no lavas la ropa nadie más lo hará por ti y puede ser que un día te toque ponerte el pantalón del fondo de la gaveta que hace años que no usas, porque es el único limpio que te queda.
Hoy en día agradezco esos momentos a solas, pues con ellos aprendí a protegerme y respetarme, a reírme de mí, a escucharme, a ser más paciente y amable conmigo misma, a equivocarme y aprender del error, a tener mi espacio, cuidándolo por y para mí.
Ya no le tengo tanto miedo a estar sola, porque descubrí que soy muy buena compañía.
Te invito a que lo practiques, aunque sea con pequeñas situaciones cotidianas. Ir al cine, ir de compras o tal vez, la próxima vez que vayas a un restaurante, pedir la mesa para 1.






Comentarios