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Tomar un respiro

  • Foto del escritor: karenelenatejada
    karenelenatejada
  • 16 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

A veces los humanos, al igual que los aparatos electrónicos, necesitamos presionar el botón de “reinicio”.

Foto por Max van den Oetelaar / Unsplash
Foto por Max van den Oetelaar / Unsplash

Creo que todos podemos estar de acuerdo con que los últimos meses han sido algo así como una montaña rusa en términos emocionales. Empezamos el año con metas y planes y luego nos golpeó algo nunca antes vivido. Tuvimos que poner en pausa nuestra rutina “normal” y aprender a vivir con la incertidumbre de no saber qué pasaría.


Adelantemos un par de meses al día de hoy, cuando estamos tratando de volver a la “nueva normalidad”. En mi caso, estuve en aislamiento voluntario alrededor de tres meses y déjenme contarles que todavía mi mente no se ha acostumbrado al nuevo estilo de vida. Aparte de todas las medidas de higiene que hay que implementar, hacer el switch de estar en casa por tanto tiempo a ser nuevamente productiva no ha sido fácil.


Debo admitir que me siento emocionada de por fin tener un poco de normalidad en mi rutina. Todo el que me conoce sabe que mi personalidad es tipo A, caracterizada por tener un alto sentido de urgencia para completar las tareas y cumplir los objetivos. Soy de las que hace listas, planifica hasta el último detalle y me gusta sentirme ocupada. En pocas palabras, quiero poder hacerlo todo y un poco más.


Fueron pasando los días en la “nueva normalidad” y cada vez más se agregaron responsabilidades en el ámbito laboral. Antes de que me diera cuenta, llegó el día para publicar la nueva entrada en el blog. Usualmente, durante la semana me suceden cosas o recibo alguna señal que convierto en una lección en papel. Pero había llegado el jueves y estaba completamente en blanco. Me había distraído tanto con las tareas del trabajo que había pasado por alto detenerme un momento y escribir.


Como comprenderán, frente a mí se presentaba un dilema, pues no me sentía inspirada para escribir, al contrario, me sentía agotada. Sin embargo, el no cumplir con mi compromiso del blog me parecía una irresponsabilidad. Y aquí les cuento algo más de mi personalidad: la mayor parte del tiempo, lo que más temo no es fallarle a los demás, sino a mí misma. Yo soy mi mayor crítica.


Pero, si algo bueno tuvo este año es que pude dedicar tiempo a sesiones de terapia (de esto les contaré en otra entrada), en las cuales aprendí que se vale tomar un respiro. Se vale permitirme sentir cualquiera que sea la emoción en el momento, sin tener necesariamente que reaccionar ante ella.


Hasta los aparatos electrónicos más nuevos en alguna ocasión necesitan reiniciarse y lo mismo pasa con los seres humanos.

Entonces decidí no escribir, solo por esa semana. Me permití hacer una pausa, sin sentirme culpable por haber “quedado mal” con los demás, porque aún más importante es quedar bien conmigo misma. Encontrar mi ritmo nuevamente, aunque eso signifique hacer algunos ajustes.


Así que, queridos lectores, seguiré intentando traerles una reflexión cada semana. Este blog sigue siendo mi desahogo, pero, si me lo permiten, lo haré con la noción de que puedo ser flexible y no será el fin del mundo.

 
 
 

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